Querido Bezos: mi marido necesita ir a terapia por trabajar en Amazon

Redacción |  31 de agosto de 2015

Amazon destaca en el entorno digital como la referencia con mayúsculas del e-commece. Son el ejemplo perfecto de la desintermediación que trae lo digital. Sin embargo, sus prácticas laborales están en entredicho. Recientemente el diario New York Times publicaba un reportaje que definía sus condiciones como inhumanas.

Jeff Bezos, su CEO, reaccionó ante la publicación que presenta la empresa como «un lugar de trabajo sin alma, distópico donde hay diversión y no se escuchan risas” y dijo no reconocer lo que allí se decía. Además de responder, exigió una respuesta a sus empleados y las tuvo.

Beth Anderson  es la mujer de un ex empleado de la compañía que estuvo allí de 2007 a 2013. El comienzo de la carta advierte a Bezos “aunque haya gente feliz por trabajar en Amazon, no puede deshacerse tan rápido de lo que dice “The New York Times”.

Beth relata que el comienzo no fue sencillo “Perdimos nuestra vida cuando mi mardio comenzó a trabajar en su empresa. Dejamos atrás nuestros amigos y familiares, incluso mi propio trabajo, parecía un pequeño precio a pagar por una oportunidad increíble”. Sin embargo una oportunidad laboral como esa, merecía la pena “nuestros primeros años en Amazon fueron embriagadores y deslumbrantes. Nos mudamos a una vivienda frente al mar. Seattle es solitario, pero emocionante”.

Sin embargo el brillo fue poco a poco desapareciendo gracias a la saturación de trabajo. El marido de Beth era responsable de la gestión del software del almacén de envío, pero el almacén no era uno sino muchos y por todo el mundo.  Cuando nuestro protagonista conseguía arreglar los problemas de China a media noche, los de Reino Unido de madrugada y los de Kentucky durante su horario laboral.   Durante las semanas de guardia, cuenta Beth, “se atrincheraba en nuestro apartamento, aislado, atado a un ordenador portátil”.

Y el atrincheramiento está justificado,  ya que “cuando recibía una alerta, debía de contestar en un plazo de quince minutos”. Eso, sino es la llamada de un gerente o la de Jeff Bezos. En ese caso, todos los recursos debían ir a solucionar el problema  “no importaba el costo emocional o físico”.

Esta rutina para ellos resultó agotadora, pero vivían sin hijos. Cuando nacieron sus pequeñas “se hizo casi insoportable”.  Beth cuenta como se convirtió en una mujer con una pareja que a su vez se “había casado con el trabajo”.

Los viajes representan la punta del iceberg de esta situación. Por ejemplo, cuando su primera hija tenía alrededor de un año, él tuvo que irse de un viaje de trabajo durante  una semana. A pesar de que ella apoyaba este tipo de viajes, cuenta como “esa fue una de las semanas más solitarias” de toda su vida. Otro ejemplo fueron las vacaciones familiares canceladas a mitad de tiempo por una llamada de Amazon. Una llamada tras la que se produjo una reunión donde se le decía que no trabajaba lo suficiente.

Ante situaciones como estas Beth le pidió a su marido que fuera a terapia y se pregunta si no es irónico tener que pagar un buen terapeuta por las rutinas de Amazon.